jueves, 4 de octubre de 2012

A mi pongame Radio Uno

¿Cuantos años mas los medios de comunicación se burlaran del gusto de los colombianos? yo soy guiso, lo confieso, uso camisa blanca entre casa con pantaloneta y chancletas de cauchito, de esas que el caucho se parte cuando camina, de letrero de oropel,  me quito las camisas a mediodía para que se laven en la lavadora, y le echo también calzoncillos, así salgan destrozados, porque  a mi me da pereza lavar.


A la hora de comer, soy peor, si la ensalada no tiene sabor y esta bien picada, la pongo a volar, a mi sírvanme arroz en morro, de esos que uno dice "¿quien vive detrás de ese tumulto?" me encanta la carne, y no me importa si a alguien no le gusta, y si alguien me dice "serias capaz de comerte hasta un humano" le digo "sirvamelo pues, que le haga ucha"   no soy fino para comer, cojo la cuchara como un lapicero y el tenedor como un azadón,  no me cabe la menor duda, del resto de mis gusto no podría decir que soy un exegeta, tan siquiera en el vestir, me sorprendo a mi mismo con las medias de un color, el pantalón de otro, y la camisa con otros colorines....


Pero si algo no soporto, y se me sale el Ardila Lemaitre Belalcazar Lozano  que no tengo es subirme a una asquerosa buseta, o bus, o taxi, o a cualquier Medio masivo de transporte, y que me pongan Radio Uno, emisora paupérrima,  de mal gusto, de sonidos abruptos, repetitivos, con voces demacradas, ausentes de estética,  con letras masacradas sin prosa ni verso, vulgares y pretenciosas de poesía, como toda mala música, y recibir este golpe cantinero en mi rostro, para mi es como ver a un perro comer de su propio estiércol, a mi, que pena, y respeto a quienes les guste esta música basura, pero a  mi, présteme los audífonos, que no le meto basura a mis oídos, en cuanto a música, escucho obras de talla popular, pero menos vulgares y tozudas.




Deberíamos poder reclamar en cualquier medio de servicio de transporte que se nos respeten nuestros gustos musicales, colocando una emisora de baladas, que es lo mas soportable que hay, y dejándonos al margen del fenómeno de la miseria musical al filo de la miseria económica que contamina los oídos.

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