viernes, 23 de julio de 2021

Literatura Erotica

Como se ofende la gleba con las urgencias de la carne, se santiguan, y corren hacia la abstinencia, gravísimo error, ningún hombre, por santo que sea, niegue que cuando la sangre inunda el cuerpo cavernoso, la razón cae, y el furor del fuego que se hincha entre las venas pone enhiesta los testículos, prontos para poseer una vagina, un culo, una boca, lo que sea de mayor gusto.

A todos los primates nos pasa igual, no seriamos muchos si la naturaleza no nos diera erecciones, no seriamos tantos si a la mujer el ardor de venus no le tomara la vagina y la lubricara, y ardiente endureciera sus pechos, clama por una mano, unos labios, unos dedos, cualquier cosa que calmara su ardor, dispuesta a hacer aquellas cosas que la abuela no le enseña, por lo menos no una que no sea celestina.

Y ahí están ellos, se les podrá decir que no, que el coito abre el infierno, que Satanás se lleva a los fornicarios y a los adulterios, amenazarlos con castigos eternos y torturas indecibles, y allí se juntaran, se abrazaran, se besaran, se morderán, se lamerán, se penetraran, se solazaran, se revolcaran, se entregar a excitar la piel hasta que no haya fuerzas, hasta que no haya mas gemidos, hasta que duela morderse los labios...

No te niegues lo natural por un estúpido capricho humano, que dice ser divino, ningún dios pondría  tal ardor, y luego lo condenaría, ningún dios que se pretenda bueno o inteligente, y si tales cosas dice un  dios, deséchalo, aléjate de el, no hables de el nunca jamás, es un degenerado castigador que se place en la tortura.


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