sábado, 8 de noviembre de 2014

Los amigos ya no son lo que eran...

Mi mejor amiga me llama para decirme que su hermana está muy grave, y que en cualquier momento se va, ella tenía una hija de 8 años, siempre andaba armando parches culturales, no era de mis simpatías, pero ¿quién lo es? tengo ese carisma de una piedra seca bañada en el sol del desierto, imposible de igualar, a mí lo que me importaba era acompañar a mi amiga, siempre recuerdo ese proverbio que dice "vale más estar en casa de duelo que permanecer en el gozo y en las fiestas", conocí de vista a muchos de los amigos de la poeta, gente dedicada a una vida más bien hedonista, con poco interés por el capital y por conservar un trabajo fijo, o tener alguna relación con la sociedad empacada al vacío en la que vivimos, "chirretes" como les llamo yo, tomadores de tragos espirituosos de dudosa procedencia, que filosofan drogados, que escriben con la cabeza reventada de tantas sustancias, esos se tomaban fotos con ella, se hacían ver como sus amigos.

llegar al funeral fue sencillo, el día gris adornado con el bochorno caleño del mediodía, y ni uno solo de sus amigos, saltimbanquis, trapecistas, punkeros, ni uno, por un momento vi en la terminal una muchacha menuda con un balón de básquet que rodaba sobre su índice, y pensé "aquí llegaron las momias estas, por fin" no venía a velarla, solo estaba un pequeño grupo familiar, madre, padre, tíos, hermanas, la hija, y un señor que rezaba a grito herido, con una pierna y una mano secas, después de su bello acto de misericordia, pidió su modesta limosna de cincuenta mil pesos, practique mi ceremonia de probar la aromática de cada funeraria, esta tenía el sabor inconfundible de la tisana hindú más barata que había probado en mi vida, de las hojas secas de limoncillo que no tienen ninguna virtud, mi mejor amiga de toda la vida, hablaba evadiendo la realidad,  la lleve a comer, un maquinal acto de misericordia que siempre practico con todos los dolientes amigos míos, porque a nadie se le ocurre pensar que a los dolientes se les olvida comer y dormir en el trance de su dolor, bus que llega, y partimos para el lugar de la despedida.

Una misa maquinal con un cura que cantaba una y otra vez el mismo cantico, sin poderle atinar a la misma nota en una sola de sus repeticiones, era como escuchar un concierto dodecafónico por horas, me aparte de tal espectáculo, ahí estaba, resistiéndose a hacer parte de las letanías mecánicas, de los consuelos repartidos en serie, la industria de la fe en movimiento, tres difuntos esperaban en la fila, y rumbo al crematorio.


Los amigos ya no son lo que eran, abro mi Facebook, tantos lamentos escritos en su muro, y ni uno solo de esos zoquetes fue para despedir su cuerpo en persona, ¿trabajan? no, ¿tienen responsabilidades? parece no importarles, estaban ahí, lamentando su muerte por internet, mientras yo paso por la plazuela, y los veo celebrando con libaciones de vino y música punk a todo volumen, valientes amigos, pero siempre lo he sabido, el amigo de farra no vale un peso, el amigo que vale, acompaña en el dolor, y mi querida difunta no tuvo más amigos que estos, que la acompañaron hasta el fin, aunque no estuvieran siempre de acuerdo con su vida, los amigos no tienen que estar de acuerdo con uno siempre, es más, no celebran cada estupidez, quizás le desagrade lo que uno hace, pero solemos confundir un abrazo de enrojecido aguardiente con la verdad, triste, pero es así.

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