lunes, 23 de septiembre de 2013

La vida de una cucaracha

Como cientos de su especie, pareciera que no durmiera, andan en manadas, enloquecen fácilmente y se procrean, como una explosión de seres vivos, ahí esta Gabriel, con su traje de ejecutivo y su maleta llena de papeles codificados que parecen no decir algo importante en lo absoluto, sumido en vanos detalles, cuentas de cobro, "deber y "haber" resume su contabilidad, como resume su vida en esa estación del metro donde espera el próximo tren que lo lleve de inmediato a su casa.


Va de pie, hace mucho tiempo no sabe lo que es sentarse, y si pudiera, no lo haría, los pocos puestos que hay, están abarrotados de ancianos, niños y embarazadas, que miran el techo como los mismísimos santos de yeso de la catedral, con ese dejo de dulce sufrimiento, disfrutando su martirio, se apretuja entre las formas de la gente, altos, pequeños, anchos, estrechos, y sus rostros que semejan a una fauna de los mas diversos insectos, algunos con ojillos saltones, otros con orejas como antenas, el viste de gris como un animal inofensivo, mientras el mundo suyo va de colores.

Por fin llega a la estación, y sube para caminar unas pocas cuadras hasta su casa, con el pelo bien arreglado, las maneras correctas y las frases medidas de un autómata de "Call Center"  allí lo espera su familia como un gajo de necesidades, "esperar" es un verbo inversamente proporcional, allí pasan el tiempo, frente a la maquina cancerigena de los antiguos tubos catodicos, despachando rápido la vida, para que la muerte no se haga esperar tanto. se acerca a tocar la puerta, pero no lo logra, desde lo alto de los cerros, una bala perdida lo ha dejado tendido, es que aquí, "todos los días se fumiga"...

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