A todos los primates nos pasa igual, no seriamos muchos si la naturaleza no nos diera erecciones, no seriamos tantos si a la mujer el ardor de venus no le tomara la vagina y la lubricara, y ardiente endureciera sus pechos, clama por una mano, unos labios, unos dedos, cualquier cosa que calmara su ardor, dispuesta a hacer aquellas cosas que la abuela no le enseña, por lo menos no una que no sea celestina.
Y ahí están ellos, se les podrá decir que no, que el coito abre el infierno, que Satanás se lleva a los fornicarios y a los adulterios, amenazarlos con castigos eternos y torturas indecibles, y allí se juntaran, se abrazaran, se besaran, se morderán, se lamerán, se penetraran, se solazaran, se revolcaran, se entregar a excitar la piel hasta que no haya fuerzas, hasta que no haya mas gemidos, hasta que duela morderse los labios...
No te niegues lo natural por un estúpido capricho humano, que dice ser divino, ningún dios pondría tal ardor, y luego lo condenaría, ningún dios que se pretenda bueno o inteligente, y si tales cosas dice un dios, deséchalo, aléjate de el, no hables de el nunca jamás, es un degenerado castigador que se place en la tortura.